miércoles, 21 de septiembre de 2016

5 signos que indican que debes chequear tu tiroides

La mayoría de nosotros hemos oído algo acerca de la glándula tiroides. Las menciones a la tiroides aparecen en conversaciones acerca del por qué no podemos bajar esos kilos de más o tenemos alterado el termostato interno. Si bien la tiroides se involucra en estos procesos, ¿sabes qué otras cosas hace la tiroides? De hecho es una de las glándulas esenciales para regular la salud en su conjunto y es una de las que más fácilmente se ve dañada por toxinas, deficiencias nutricionales y estrés. Si vives y respiras en este planeta, estos factores te afectan cada día.




Guía rápida sobre la tiroides:


Es una glándula con forma de mariposa, ubicada en nuestro cuello sobre la laringe, en la zona de la "nuez de Adán". Recibe órdenes de la glándula hipófisis (vía hormona TSH) para producir las hormonas tiroideas: triiodotironina (T3) y tiroxina (T4).




Medir simplemente estas tres hormonas sólo nos da parte de las respuestas que buscamos...
Mucha gente tiene una función baja de la glándula experimentando numerosos síntomas, pero otros pacientes no tienen casi síntomas.
Las más recientes investigaciones apuntan a que condiciones tiroideas no tratadas, pueden incrementar nuestro riesgo de muchas enfermedades crónicas si permanecen sin tratamiento. Hay estimaciones que hablan de que 1 de cada 5 personas tiene un funcionamiento tiroideo sub-óptimo que no ha sido detectado. Pero, ¿cómo sabemos si nuestra tiroides necesita re-sintonizarse?
Hay muchas determinaciones de laboratorio que realizar y son todas muy necesarias para tener una comprensión completa del verdadero funcionamiento de la glándula. Lamentablemente, el paciente promedio sólo tiene 1 ó 2 determinaciones en su análisis anual. Son más de 10 las determinaciones necesarias para tener un acertado diagnóstico.

Yo veo muchos pacientes con enfermedades tiroideas en mi consulta de medicina natural e integrativa, muchos de los cuales no habían sido diagnosticados previamente. Dejando a un lado el análisis de sangre, hay muchas pistas que pueden hacernos sospechar que la tiroides no está funcionando en sus niveles óptimos:


1. FATIGA: los problemas de energía pueden ser causados literalmente por cientos de razones. Pero si notas que te arrastras constantemente para realizar tus tareas, puede ser signo de hipotiroidismo. Así como si necesitas dormir más de 9 horas y a pesar de eso sigues cansad@.
2. PROBLEMAS DIGESTIVOS: Estreñimiento, hinchazón abdominal, sensación de "pesadez en el estómago". La tiroides controla la función del intestino y por supuesto, este funcionamiento se ve alterado si la glándula está modificada en su actividad.
3. PROBLEMAS EN LA PIEL O EL CABELLO: En el hipotiroidismo la piel se engrosa y se vuelve seca y escamosa. Y el cabello se pone quebradizo, áspero y seco, además de caerse mucho más de lo habitual.
4. DEPRESIÓN Y ANSIEDAD: incluyendo ataques de pánico. Si bien puede haber muchos otros factores implicados, la tiroides debe ser una de las primeras en ser valoradas al tratar cuadros de depresión o ansiedad. Las depresiones que no responden a los tratamientos convencionales pueden estar indicando una alteración tiroidea.
5. IRREGULARIDADES MENSTRUALES Y PROBLEMAS DE FERTILIDAD: Nuestro sistema hormonal está interconectado de manera compleja. Cuando alguna hormona específica se encuentra descompensada, es muy frecuente que el resto estén alteradas.

Dra. María Laura Grubicy

miércoles, 14 de septiembre de 2016

La industria del azúcar pagó a científicos para culpar a las grasas de las enfermedades cardíacas

El post de hoy me alegra. Porque desde hace años, vengo repitiéndole a mis pacientes, que el colesterol no viene de las grasas, que su aumento se debe a los azúcares y las harinas. Algunos me han hecho caso y al cambiar sus hábitos de alimentación, han mejorado no sólo sus valores de colesterol y triglicéridos. Otros, en cambio, me miraron como si les estuviera pidiendo que caminaran sobre sus manos el resto de su vida. Hasta colegas de trabajo, le han dicho a mis pacientes que yo con mis teorías, estoy loca. Pero cuando una está segura y convencida, sigue adelante.

A continuación les dejo la nota publicada el 13/09/16 por Josep Corbella, en La Vanguardia.

"Por una cantidad equivalente a 43.500 euros actuales, tres investigadores de la Universidad de Harvard (EE.UU.) publicaron un influyente artículo científico en el que acusaban a las grasas saturadas y eximían al azúcar del aumento de las enfermedades cardiovasculares. Tras la publicación de aquel artículo, las recomendaciones dietéticas para cuidar el corazón se centraron en reducir las grasas saturadas de la dieta y obviaron el papel del azúcar.
“Somos muy conscientes de su interés particular en los carbohidratos y lo trataremos tan bien como podamos”, escribió Mark Hegsted, uno de los autores del artículo, a la Fundación para la Investigación del Azúcar de EE.UU., que le pagó por aquel trabajo.
“Déjeme asegurarle que esto se parece bastante a lo que teníamos en mente y que estamos impacientes por verlo publicado”, le contestó John Hickson, vicepresidente de la fundación de la industria azucarera, cuando Hegsted le enseñó el artículo antes de enviarlo a la revista The New England Journal of Medicine.
Los hechos se remontan a 1967, pero siguen siendo relevantes en la actualidad porque desenmascaran la estrategia de la industria alimentaria de tergiversar los datos científicos, porque muestran los puntos vulnerables de la comunidad científica ante esta estrategia y porque el debate sobre la influencia de los azúcares y de las grasas saturadas en las enfermedades cardiovasculares sigue abierto.
El caso ha salido ahora a la luz gracias a tres investigadores de la Universidad de California en San Francisco (EE.UU.) que han localizado 27 documentos de la correspondencia entre Mark Hegsted y la dirección de la fundación azucarera. Asimismo, han localizado 319 cartas de uno de los miembros del comité científico asesor de la fundación.
El análisis de estos documentos, presentado esta semana en la revista JAMA Internal Medicine, revela que la industria azucarera de EE.UU. estaba preocupada por los estudios que a principios de los años sesenta relacionaban el consumo de azúcar con las enfermedades cardiovasculares. En aquel momento, había dos teorías enfrentadas sobre la relación entre la dieta y los infartos, una que apuntaba a las grasas saturadas como máximas responsables y otra que apuntaba al azúcar. Hickson, vicepresidente de la fundación azucarera, presentó un plan para “contrarrestar las actitudes negativas hacia el azúcar”.
Fueron figuras claves en este plan Mark Hegsted, Robert McGand y Fredrick Stare, tres especialistas en nutrición de Harvard que aceptaron publicar un artículo encargado por la industria azucarera. Debía ser un artículo de revisión sobre la relación de las enfermedades cardiovasculares con las grasas y los azúcares. Los artículos de revisión sintetizan los datos científicos sobre un tema y, si se presentan en una revista científica importante como en este caso, suelen ser la base de las recomendaciones de salud pública.
Los investigadores de Harvard pusieron el énfasis en estudios que relacionaban las enfermedades cardiovasculares con las grasas saturadas y pasaron por alto aquellos que las relacionaban con el azúcar. Utilizaron la artimaña de considerar significativos sólo los niveles de colesterol –que están relacionados con las grasas– y no los de triglicéridos –que hubieran podido desenmascarar el azúcar–. Y no citaron que habían recibido fondos de la Fundación para la Investigación del Azúcar, algo que en aquella época no era obligatorio y ahora sí lo sería.
Trece años después, en 1980, el gobierno de Washington publicó su primera Guía nutricional para los americanos. Una de las personas que participaron en la redacción del documento fue Mark Hegsted, que entonces ya no trabajaba en Harvard, sino que dirigía el área de nutrición del Departamento de Agricultura de EE.UU. La guía decía que, para prevenir las enfermedades cardiovasculares, había que reducir las grasas y el colesterol. No citaba el azúcar."

Hasta aquí la nota citada.

Para quien quiera leer la fuente original de The New York Times (en inglés) del día 12/09/16, les dejo este link: http://www.nytimes.com/2016/09/13/well/eat/how-the-sugar-industry-shifted-blame-to-fat.html?rref=collection%2Ftimestopic%2FSugar&action=click&contentCollection=timestopics&region=stream&module=stream_unit&version=latest&contentPlacement=1&pgtype=collection&_r=0

Yo agrego, que no sólo es el azúcar. También son todas las harinas refinadas. En futuras notas aclararé lo que digo.

Ahora queda esperar pacientemente a que lo mismo ocurra con la industria láctea. Tema de otro post en breve.

Dra. María Laura Grubicy

lunes, 12 de septiembre de 2016

¿Qué es la microbiota?

En muchos sentidos, podemos decir que somos más microbios que humanos. 

Los microorganismos (bacterias, hongos y virus) sobrepasan en número a nuestras células por 10 a 1. Y los genes de todos estos microbios superan en 100 a 1 a nuestros propios genes.

Este conjunto es lo que llamamos microbiota.

Nos han enseñado que las bacterias y 
los gérmenes son nuestros enemigos, dañinos y que debemos evitarlos y combatirlos. Pero si bien algunos de estos microorganismos pueden enfermarnos, la gran mayoría nos ayudan, son nuestros aliados. Si los eliminamos nuestro cuerpo no funciona correctamente y podemos enfermar.

Los humanos evolucionamos en una relación simbiótica con nuestra microbiota, por eso nuestros cuerpos dependen de nuestras bacterias para muchos procesos biológicos básicos.

La microbiota la adquirimos en el momento del nacimiento. Dentro del útero materno, estamos en condiciones estériles. Pero al pasar por el canal de parto, adquirimos toda la microflora correcta. También se va reforzando con la lactancia materna. Y va tomando su forma en los primeros tres años de vida. La microbiota va "educando" a nuestras células inmunológicas para defendernos de los agresores. Incluso durante la vida adulta, forman parte de la primera línea de defensa, incluso hay investigaciones que apuntan a que fabricarían sus propios antibióticos (aún en estudio).

Dependiendo del lugar adónde viven, los microbios son diferentes, adaptándose a zonas más húmedas como las mucosas (boca, nariz o axilas) o zonas secas como la piel de los antebrazos. El hábitat más grande, complejo  y variado de la microbiota, se encuentra en el interior de nuestro intestino.

La flora bacteriana "amiga" digiere nuestra comida, regula nuestro apetito, controla nuestro metabolismo, dirige el sistema inmune, influye en nuestros estados de ánimo, promueve la agudeza mental, determina nuestra salud cardiovascular, apoya el desarrollo óseo, produce vitaminas y otros nutrientes fundamentales, fabrica antibióticos naturales y hasta ayuda a determinar nuestra expresión genética.

Por eso, si no funciona correctamente por alguna razón (como lo que comemos o los antibióticos que tomamos que provocan la muerte de estos organismos), podemos padecer diferentes enfermedades como colitis, cáncer de colon y hasta diabetes y obesidad.

Las bacterias en nuestra microbiota no sólo nos ayudan a cumplir las funciones básicas de nuestro cuerpo (como digerir la comida). También nos ayudan a restablecer la salud intestinal y curar síntomas como fatiga, ansiedad, depresión, cefaleas y migrañas, acné, eczemas, infecciones, dolores articulares y musculares.

Mantener sana la microbiota, con una variedad de bacterias saludables, nos asegura una buena digestión y un peso saludable.

Pero, algunas bacterias provocan inflamación. Demasiadas bacterias no saludables nos conducen a subir de peso, padecer estrés y fatiga, además de ponernos en riesgo de padecer una amplia variedad de desórdenes, desde acné hasta cáncer.

Una microbiota balanceada es clave para perder peso. En la práctica diaria vemos cómo re-equilibrando la microbiota, se puede mejorar el metabolismo y eliminar la grasa.

También es crucial para nuestro buen funcionamiento mental y para tener una correcta salud emocional. Nuestro cerebro depende de unas sustancias químicas, llamados neurotransmisores, para procesar los pensamientos y las emociones. Si la flora está desequilibrada tenemos más posibilidades de sufrir ansiedad, depresión, fatiga, problemas de memoria, niebla mental...

Hay varias alternativas para 
restablecer una flora bacteriana correcta y saludable en los distintos ecosistemas. Podemos hacerlo utilizando probióticos (bacterias vivas) naturales, con alimentos fermentados (como el chucrut,el kimchi y los vegetales encurtidos y en escabeche) o tomando cápsulas de probióticos como suplementos, con cepas bacterianas adaptadas a cada ecosistema. Y también usando prebióticos, que son alimentos y nutrientes que van a alimentar nuestra flora bacteriana (como los espárragos, las zanahorias, el ajo, el puerro, la cebolla, los rábanos y los tomates, así como las menos conocidas jícama y okra). También hay especias prebióticas como la cúrcuma y la canela.

La microbiota es considerada como el órgano olvidado, pero es momento de devolverle el protagonismo que merece.

Dra. María Laura Grubicy



miércoles, 7 de septiembre de 2016

La Vitamina D

La vitamina D es una gran cuestión... 


La mayoría de las vitaminas en nuestro cuerpo provienen de fuentes externas como la comida, pero la vitamina D es diferente. Nosotros, los humanos, la fabricamos nosotros mismos. Lo que es aún más interesante es que en realidad no es una vitamina, hoy en día es considerada un precursor hormonal, similar a los esteroides como el cortisol y la testosterona.

Cuando la luz UVB del sol estimula la piel, interactúa con una forma de colesterol llamado 7-dehidrocolesterol, y se transforma en vitamina D3 (colecalciferol). Pero todavía tiene que pasar por el hígado y los riñones para convertirse en la forma activada de la vitamina D que podemos usar, llamada calcitriol.

Una vez activada, se puede unir a sus receptores específicos, que están en todos los tejidos del organismo. De hecho, los receptores se encuentran en el cerebro, el corazón, la piel, las gónadas, la próstata, las mamas, y ​​hay incluso activación de receptores en el intestino, hueso, riñón y células de las glándulas paratiroides.

¿Por qué es tan importante?

Significa que la vitamina D está involucrada en la función cerebral, la salud cardiovascular, inmunológica, ósea y articular, y prácticamente en cada proceso crítico que nos mantiene vivos.
También es considerada esencial debido a algunas de estas funciones más específicas:

* La promoción de la mineralización y el crecimiento de los huesos
* La activación de las células T asesinas para la defensa contra las infecciones y las bacterias
* Reducción de la inflamación crónica
* La modulación de la expresión de genes que regulan la proliferación celular, la apoptosis y la diferenciación, (lo que sugiere una conexión potencial al cáncer cuando hay déficit)

En diversos estudios publicados, se observó que la población actual, tiene un gran déficit de vitamina D. Por eso es muy importante chequear el valor en sangre de esta vitamina. En mis pacientes hago un control rutinario de sus niveles, y en caso de necesitar suplementarse, el control es más riguroso. Al ser una vitamina liposoluble, puede provocarse una sobredosis, que tampoco es deseable. 

Mantener los niveles adecuados de vitamina D, contribuye a tener más éxito en la pérdida de peso, mejor control de los niveles de colesterol en sangre, mejora de los síntomas por intolerancias alimenticias (como inflamación intestinal, dolores articulares, fibromialgia, etc)   

¿En dónde se encuentra?

Una gran fuente es el aceite de hígado de bacalao. Y le siguen en importancia todos los pescados azules frescos y en menor medida en conserva. Luego encontramos a los champignones y la yema de huevo. Muy por debajo las carnes y los lácteos.

La exposición solar es la mejor estrategia para obtener cantidades adecuadas de Vitamina D3 endógena que se almacena en el tejido graso y queda como depósito para los momentos donde hay menor exposición solar, como ocurre en el invierno (en los países que tienen diferencias estacionales). 
La exposición recomendada es aquella que, sin protector solar, provoque un enrojecimiento mínimo de la piel, en traje de baño. Esto variará en función del día, la época del año, la latitud, la altitud y la pigmentación de la piel. 


Dra. María Laura Grubicy

martes, 16 de junio de 2015

Los mitos de las dietas 6

Todas las calorías son iguales. Sólo es cuestión de moderarse.





La idea de que, siempre que quememos más calorías de las que consumimos, nos hará perder peso, es completamente errónea. La gran mentira es que perder peso se trata de un balance entre calorías que entran / calorías que salen. Sólo come menos y ejercita más, es el mantra repetido por la industria alimenticia, los gobiernos y las escuelas “oficiales” de medicina y nutrición.


La realidad es que hay “calorías buenas” y “calorías malas”. Y esto es porque la cuestión, es mucho más que un simple problema de matemáticas.

Cuando comemos, nuestra comida interactúa con nuestra biología, que es un complejo sistema adaptativo que va transformando cada bocado. Cada ingesta afecta las hormonas, la química cerebral y el metabolismo. Las calorías del azúcar causan depósito de grasas y picos de hambre. Las proteínas y las grasas promueven la “quema” de grasas.

Lo que cuenta es la CALIDAD de las calorías.
Aquí unos ejemplos de calorías de “alta calidad”:
·         Comidas frescas y caseras (como las que hacía la abuela).
·         Proteínas de buena calidad: productos animales, de animales criados en el campo, no en “fábricas”, huevos orgánicos, pequeños pescados salvajes.
·         Carbohidratos buenos: vegetales de colores vibrantes, frutas como los frutos del bosque (arándanos), manzanas (ecológicas) y kiwis.
·         Frutos secos (nueces) y semillas (chía).
·         Grasas buenas como el aguacate o palta, aceite de oliva extra virgen, aceite de coco y grasas omega 3 de los pescados azules.